martes, 31 de marzo de 2009

Minitrayectos: Más madera

El moquillo empezó a asomarse por el agujero de la nariz al tiempo que el picor llegó a su punto álgido. Estaba seguro que varias personas lo vieron antes de sonarse sonoramente con un pañuelo usado que encontró en el bolsillo. Al acabar, el pañuelo estaba empapado y listo para ser reciclado. Sacó un trozo de papel albal del pantalón y envolvió cuidadosamente el trozo de papel repleto de mocos para mantenerlo en perfecto estado de conservación.

Los guardaba por si acaso. Tenía la intuición, desde hace años, que los mocos tenían propiedades medicinales como las tienen las plantas. Creía en su poder regenerativo, los veía en tarros con etiquetas de colores chillones prescribiéndose como complementos alimenticios. Es más, acabaría con el hambre en el mundo utilizando una materia prima inagotable.

Todas las noches compostaba el material recogido en el día. Su pequeña empresa estaba en fase de expansión. Había preparado un manual de reciclaje para pedir colaboración a compañeros de trabajo, familia y amigos.

El reciclaje de mocos no era sencillo. No se trataban igual los residuos verdes chicle que los residuos agüilla espumosos. Los de costra eran de fácil recogida pero requerían de hidratación permanente para un mantenimiento adecuado.

El picor de nariz lo sacó de su ensimismamiento. Sin más, recogió en segundos la valiosa mercancía a través del protocolo de actuación de su manual, punto 3.4.1.

Madrid 31 de Marzo 2009

1 comentario:

paquita lopez dijo...

Me gusta la historia. Muy original. Ay, si estudiáramos las grandes posibilidades que en realidad esconden los mocos...!otro gallo nos cantaría!