lunes, 6 de abril de 2009

Minitrayectos: Decidir o morir

La habitación daba vueltas sin parar. Sintió que la presión aumentaba a través de sus ojos desorbitados. El cerebro latió al ritmo de su corazón arítmico. La cabeza le pesaba mucho. Se taponaron los oídos. Tragó saliva con dificultad y sus orejas emitieron un sonido muy agudo imperceptible. Sintió calor de repente y un vacío en su abdomen. Cerró los ojos y en décimas de segundos todo se acabó.

Madrid 6 de Abril 2009


viernes, 3 de abril de 2009

Minitrayectos: Tijeras

Dañaba todo lo que encontraba a su paso. Hubiese preferido renacer en cualquier otro objeto, pero jamás hubiese querido ser unas tijeras. Al principio le costó mucho habituarse a sus nuevas extremidades unidas con una única articulación y a su boca afilada.

Cuando la compraron todo fue más fácil. Tenía su espacio entre hilos, alfileres y botones. Los hilos eran escurridizos y rara vez los cortaba. Los botones y los alfileres eran duros y apenas los acariciaba con su filo si los rozaba accidentalmente. Le gustaba sentir sobre su piel fría el calor de las manos y la fuerza que le transmitían pudiendo mostrar su habilidad, sutileza y poder.

Un día dejó el costurero y la llevaron a un sitio más caótico y oscuro. La luz aparecía de repente y sólo duraba unos segundos, tal vez minutos. Hizo un censo del lugar en el que se encontraba. Pañuelos de papel, una libreta pequeña, un monedero, un pintalabios y unas llaves que entraban y salían constantemente.

Intentaba con todas sus fuerzas mantenerse cerrada pero era imposible con tanto movimiento y tan poco espacio compartido. Un día en el que la barra de labios perdió su capucha, la decapitó. Cortó las hojas de la libreta, arañó la piel de cuero del monedero y sacó un ojo al oso del llavero. Estaba desesperada, no se soportaba, se daba asco. Intentó esconderse en algún rincón del bolso pero con tanto vaivén acababa mezclada con los demás objetos dañándolos una y otra vez.

Una mañana, en un momento de luz, divisó un agujero en el forro del bolso. De repente lo vio claro, se dirigió a él, introdujo su punta y acabó penetrándolo con el empuje de los otros compañeros. Se quedó allí, sola, aislada, protegida y feliz.

María había dibujado un corazón. Esta vez, de color azul. Se le estaban acabando los colores y las palabras. Abrió su bolso y buscó las tijeras. No conseguía encontrarlas. Sacó el monedero y la agenda, pero no estaban ahí. Panicó al pensar que tras dos meses no podría mandar su carta diaria de amor. Respiró profundamente e improvisó un corazón recortado con las manos. Se sintió aliviada y reconfortada al ver el resultado que mantuvo día tras día.

Madrid 3 de Abril 2009

jueves, 2 de abril de 2009

Minitrayectos: Paquita López

Paquita López era una mujer hecha y derecha. Tenía dos brazos y dos piernas adheridos a un cuerpo pequeño, un gran lunar en su media melena morena y un anillo de compromiso que le venía grande.

Se pasaba los días entonando su canción favorita, la la li lu, li lu le lo, que entre tu y yo, nada quiere decir pero dice mucho de Paquita. Era risueña, un tanto infantil, dicharachera e insegura por momentos. Ingenua con carácter, bromista y de risa fácil.

Tenía un gran corazón que ocultaba tras sus pechos pequeños. Siempre estaba disponible a cerrar bocas cuando cualquiera se entreabría a su alrededor para pedir ayuda. A veces, hasta con la mirada bastaba, para que se entregara el cuerpo y alma a la causa.

A través de sus dos móviles mantenía una relación virtual muy especial con los suyos. Era una familia un tanto peculiar. Tenían un baile regional propio de los que pocos habían podido deleitarse. A veces fingía que su hermana no era tal e improvisaba ser una cliente descontenta que llamaba a la tienda para pedir explicaciones. Eso sí, fuera quien fuera quien se encontrase al otro lado del teléfono, siempre son su voz suave y cálida, daba por finalizada la conversación tras pronunciar un gran muac.

Así era Paquita López, una mujer de los pies a la cabeza, aplicada, autoexigente, romántica, natural.

Madrid 2 de Abril 2009